POR LA LIBERTAD SINDICAL EN ECI

Para los más jóvenes el término de “sindicato vertical” no les sonará a nada, un vocablo retrogrado, trasnochado y de otra época. Recordemos que era el “sindicato vertical”:
La Organización Sindical Española (OSE),1​ ​ conocida comúnmente como Sindicato Vertical o simplemente como Organización Sindical, fue la única central sindical que existió en España entre 1940 y 1977, durante el período de la dictadura franquista. Durante casi cuarenta años se convirtió en el único sindicato legal que estuvo autorizado.
Todos los trabajadores y empresarios, que pasaron a ser conocidos como «productores» en la terminología franquista, estaban obligados por ley a estar afiliados al Sindicato Vertical.1​ ​ La Organización Sindical fue establecida tras el final de la Guerra Civil, al tiempo que otras organizaciones sindicales anteriores como la anarquista CNT y la socialista UGT fueron proscritas y pasaron a la clandestinidad. Por el contrario, esto no fue un impedimento para que organizaciones clandestinas como las Comisiones Obreras se infiltraran en su seno y lideraran la lucha obrera antifranquista.
Fuente: Wikipedia.org
            Para los más veteranos, el Sindicato Vertical era la única opción legal que tenían nuestros padres de estar afiliados a un sindicato. Este “sindicato”, único y omnipresente, estaba directamente controlado por la dictadura y servía exclusivamente a la oligarquía empresarial del régimen, sin opción alguna de reivindicaciones, discrepancia o ejercer el derecho a la huelga. Es decir, se trataba de un sindicato sometido al poder económico y político del momento y no debido a los y las trabajadoras, un sindicato único y totalitario y al que por imperativo legal todo trabajador y trabajadora estaba obligado a afiliarse.
            Tanto los más jóvenes como los más veteranos pensaríamos que tras cuarenta años de democracia este tipo de sindicalismo, el unitario, dictatorial y sometido al mismo poder que menoscaba los derechos de los y las trabajadoras, habría desaparecido totalmente del tejido empresarial y laboral del país. Y es así en buena parte de las empresas y sectores económicos de España, donde los y las empleadas disponen de diferentes opciones sindicales y eligen libremente afiliarse a uno u otro sindicato, o no afiliarse, sin que ello suponga un menoscabo en sus condiciones laborales, ni reciban amenazas o presiones por efectuar su libertad sindical. Sin embargo, siempre hay algún reducto nostálgico de tiempos pretéritos, que piensan que sus intereses son los intereses de todos y todas, que creen que el trabajador y la trabajadora se debe a la empresa (y no al revés como marca la lógica más simple y aristotélica, ya que sin trabajadores y trabajadoras no hay empresa) y que no aceptan la discrepancia ni la pluralidad de criterios.
            El Corte Inglés, una vez restablecida la democracia en este país, después de la muerte del dictador, creó dos sindicatos con el mismo formato que el extinto Sindicato Vertical, uno le apuntaló casi exclusivamente para el grupo de empresas de El Corte Inglés, y el otro le exportó para todo el sector del Comercio.
Todos hemos visto, con estupor y vergüenza ajena, como estos sindicatos a lo largo de los últimos cuarenta años, han sido apoyados, fomentados y patrocinados por la empresa, campando a sus anchas por los centros de trabajo, incluso fuera de ellos, presionando o recompensando, según el caso, a sus propios compañeros y compañeras de trabajo, sin control ni freno alguno por parte de los responsables de Recursos Humanos de los distintos y numerosos centros comerciales de la empresa.
Siempre que se produce una entrada de nuevos trabajadores y trabajadoras en un centro de trabajo, supone el resurgimiento, cada vez más virulento, de acoso y derribo hacia éstos y estas para conseguir una afiliación bajo falsas promesas e incluso solapadas amenazas. Promesas de permanencia en la empresa, de aumentos de jornada, de recompensas laborales y de ascenso si deciden pasar a sus filas, todo por una afiliación que conlleva un sometimiento al régimen impuesto por la empresa. Y todo esto, sin contar la persecución y amenazas que tienen que soportar si alguno o alguna se resiste más de la cuenta. Todo ello con el beneplácito de los Responsables de Personal de cada centro e incluso fomentado por ellos.
            El Corte Inglés asegura que estas prácticas no existen, que en la empresa existe la libertad sindical sin trabas de ningún tipo. Sin embargo, el subconsciente les traiciona cuando califican a estos sindicatos como “los nuestros” mientras que a sindicatos como CCOO nos califican de “enemigos”. ¿Los nuestros? ¿Enemigos? Términos belicosos propios de otra época. Para CCOO todos y todas somos empresa, todos y todas somos El Corte Inglés. Sin embargo, no es una cuestión únicamente semántica, es algo más profundo, insertado en el propio funcionamiento de la empresa, como demuestra el trato de favor que los delegados y delegadas de dichos sindicatos reciben, tanto en su labor sindical, como posteriormente por los servicios prestados, ya sea mediante cuantiosos complementos personales que incrementan notablemente su nómina, o mediante ascensos meteóricos que les lleva a puestos de gran peso y responsabilidad dentro del organigrama de la empresa.
            Desde CCOO estamos hartos y hartas de ser calificadas y vistas como “enemigos” por defender los derechos de las y los y las trabajadoras, por reivindicar un reparto equitativo de los beneficios empresariales y por exigir a la empresa el cumplimiento de los acuerdos que ella misma firma y promueve. CCOO no va a consentir más prácticas dictatoriales por parte de ningún sindicato, ni tolerará los tratos de favor, ni aceptará amenazas de ningún tipo a cualquier trabajador y trabajadora, sea o no afiliado o afiliada nuestra.

CCOO luchó, desde la clandestinidad contra el Sindicato Vertical, ahora lucharemos, desde la legalidad e independencia, contra estas prácticas que se siguen dando en ECI, y que van en contra de los más elementales principios de libertad y de democracia.